Número de Expediente 425/03

Origen Tipo Extracto
425/03 Senado De La Nación Proyecto De Resolución SAPAG : PROYECTO DE RESOLUCION ADHIRIENDO A LOS ACTOS CONMEMORATIVOS DE LA GESTA DE MALVINAS , Y OTRAS CUESTIONES CONEXAS .-
Listado de Autores
Sapag , Luz María

Fechas en Dir. Mesa de Entradas

MESA DE ENTRADAS DADO CUENTA Nº DE D.A.E.
02-04-2003 09-04-2003 30/2003 Tipo: NORMAL

Fecha de Ingreso a Dir. Gral. de Comisiones

DIR. GRAL. de COMISIONES INGRESO DEL DICTAMEN A LA MESA DE ENTRADAS
03-04-2003 06-06-2003

Giros del Expediente a Comisiones

COMISIÓN FECHA DE INGRESO FECHA DE EGRESO

ORDEN DE GIRO: 1
03-04-2003 06-06-2003

ENVIADO AL ARCHIVO : 16-07-2003

Resoluciones

SENADO
FECHA DE SANCION: 02-07-2003
SANCION: APROBO
COMENTARIO:
NOTA:Conj. C/ S-72/02 y 241-308-380/03

Órdenes del Día

NÚMERO DE FECHA ESTADO ANEXO
99/03 17-06-2003 APROBADA Sin Anexo
En proceso de carga
Senado de la Nación
Secretaría Parlamentaria
Dirección Publicaciones

(S-425/03)

PROYECTO DE RESOLUCIÓN

El Senado de la Nación:

RESUELVE

1. Adherir a los actos conmemorativos a celebrarse en distintos puntos
del país, con motivo de cumplirse el vigésimo primer aniversario de la
gesta de Malvinas.
2. Apoyar, para mantener vivo en nuestra población y en las
generaciones venideras, el principio afirmativo que guarda la
expresión: Las Islas Malvinas fueron, son y serán Argentinas.
3. Divulgar, entre toda la población Argentina y extranjera que habita
el territorio nacional, los principios contenidos en la primera
disposición transitoria de la Constitución de la Nación Argentina

Luz María Sapag.-

FUNDAMENTOS

Señor Presidente:

El próximo 2 de abril se conmemoran el 21° aniversario de la gesta de
Malvinas. De Nuestras Malvinas Argentinas, que son nuestras por las
razones siguientes:
A. Geográficas: por su proximidad al continente y porque la composición
geológica hace de su suelo gredoso una prolongación de la meseta
patagónica.
B. Históricas: pues el descubrimiento ofrece vertientes desde Américo
Vespucio hasta Magallanes y otros navegantes españoles.
C. Jurídicas: por adjudicación papal a España, admitida por las
potencias de la cristiandad y por la breve colonización francesa, cuyo
desalojo por España se realizó en la plena comprensión del derecho.
D. Administrativas: porque España estableció una pequeña y próspera
colonia y porque sus derechos, tras la Revolución de Mayo de 1810,
fueron transmitidos a su sucesora, la República Argentina.
No son pocas las instituciones y estudiosos de la historia que en los
últimos años han hecho sesudos trabajos cronológicos sobre la evolución
de la cuestión Malvinas. Entre esos muchos trabajos, aparece la
cronología que ha realizado el Ejercito Argentino, expuesta y divulgada
tanto en forma virtual como en papel en diversas ediciones. Es, por
cierto, una síntesis bien documentada que abarca desde el
descubrimiento de las islas hasta nuestros días. En ella puede leerse
lo siguientes:
El 3 de enero de 1833, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del
Norte consumó la ocupación de las islas, en una clara violación del
derecho internacional, y desde ese entonces, la Argentina busca el
ejercicio efectivo de su soberanía.
El descubrimiento de las islas se adjudicó a diferentes personas. Entre
otros, cabe mencionar a Américo Vespucio (1501), a Esteban Gómez, quien
en 1520 formó parte de la expedición de Magallanes, al mando de la nave
"San Antonio", y a los tripulantes de una nave de la armada del obispo
de Plasencia, a quienes se atribuye la autoría del más antiguo asiento
malvinense del que se tenga noticia. El 4 de febrero de 1540,
hallándose estos tripulantes en la boca del Estrecho de Magallanes,
vieron "unas ocho o nueve islas" delante de la tierra, que creyeron
firmes; luego abordaron un lugar que llamaron puerto de las Zorras, en
la Gran Malvina, donde habrían invernado.
La cartografía y las crónicas de viajes del siglo XVI registraron la
existencia de las islas con diversos nombres: de los Patos, Sansón, San
Antón o Ascensión. Entre los navegantes que dieron noticias de ellas
figura el capitán holandés Sebald de Weert, quien el 24 de enero de
1600 las avistó situándolas a 50º 40´ latitud sur. Luego, difundió su
carta geográfica en Europa, por la cual al archipiélago noroccidental
se lo denominó "Sebaldinas". El nombre "Malvinas" es la derivación
fonética española del francés "Malouines" con que las llamaron por ser
el puerto de Saint Maló el lugar del que zarparon los primeros
navegantes franceses que las visitaron.
Gran Bretaña atribuye al Capitán John Strong el supuesto descubrimiento
y desembarco; el 6 de febrero de 1690, éste habría navegado el canal
que separa las dos islas mayores, al que denominó "Falkland Sound" en
honor al vizconde, entonces jefe del Almirantazgo. Tal nombre se
extendió primero a la isla occidental y luego a todo el archipiélago.
La jurisdicción y soberanía de España sobre las islas provenían de un
título pontificio, anterior y superior al descubrimiento. En 1493, el
Papa Alejandro VI, a través de las Bulas Pontificias, asignó a España,
a sus herederos y sucesores, todas las islas y tierra firme
descubiertas o por descubrir hacia el oeste de una línea ubicada a 100
leguas al oeste de las islas de las Azores o de Cabo Verde, límite que
fue ampliado en junio de 1494, cuando se firmó el Tratado de
Tordesillas entre los reyes de España y Portugal.
Con el propósito de proteger la integridad territorial del imperio,
mantener el statu quo colonial y sostener la vigencia del principio de
exclusividad en la navegación y el comercio, España celebró sucesivos
tratados con las potencias, en los que éstas ratificaron el compromiso
de no intervenir en el Atlántico Sur, región donde Inglaterra,
especialmente, pretendía establecer una escala antes de traspasar el
temido Cabo de Hornos.
La primera colonización del archipiélago malvinense la realizó Francia.
En 1763, ante la pérdida de una gran parte de sus posesiones frente a
Inglaterra, el marino y militar Luis Antonio de Bougainville propuso a
su gobierno una indemnización mediante el descubrimiento de las tierras
australes y de las islas que se hallaren sobre la ruta.
La expedición, formada con los navíos "El Águila" (20 cañones) y "La
Esfinge" (12 cañones), zarpó del puerto de Saint Maló en septiembre y
tras una breve recalada en Montevideo, el 3 de febrero de 1764, los
marinos franceses divisaron una gran bahía en la Malvina oriental.
El 17 de marzo, Bougainville emplazó la colonia en Puerto Luis, una
legua al fondo de la bahía, en la costa del norte.
Inicialmente, el establecimiento contó con veintinueve pobladores,
cinco mujeres y tres niños. Se construyeron casas, un gran almacén y el
fuerte San Luis, que poseía doce cañones puestos en batería. En el
centro, contaba con un obelisco de veinte pies de altura, con la efigie
del Rey decorando uno de sus lados. Bajo sus cimientos, se enterraron
algunas monedas y una medalla, la que tenía grabada, en una de sus
caras, la fecha de la empresa y, en la otra, el rostro del Rey con la
leyenda "Tibi serviat ultima Thule". El 5 de abril, Bougainville, en
nombre del rey de Francia, tomó posesión de todas las islas.
España conoció la existencia de la próspera colonia y exigió a Francia
el cumplimiento del Pacto de Familia firmado entre los Borbones en
1761. El rey de España convino en indemnizar a Bougainville por los
gastos que le había ocasionado la fundación de la colonia.
El 1 de abril de 1767, Puerto Luis fue reintegrado a España. Ese día,
los españoles enarbolaron su bandera y, desde tierra y desde los
navíos, saludaron con veintiún cañonazos la salida y la puesta del sol.
Algunas familias francesas optaron por quedarse y el resto, incluida la
plana mayor, se embarcó en las fragatas españolas hacia Montevideo.
El 2 de abril, el Capitán de Navío Felipe Ruiz Puente se convirtió en
el primer gobernador español de Malvinas pues, con anterioridad, el 2
de octubre de 1766, Carlos III había creado la Gobernación de las Islas
Malvinas, bajo dependencia del gobernador de Buenos Aires.
Gran Bretaña renovó su interés en las islas a partir de 1765, cuando
una expedición al mando del Comodoro John Byron -que arribó al
Atlántico Sur con la misión de reconocer lugares convenientes para
establecer una o varias colonias- exploró las costas de la Malvina
occidental y se asentó en un lugar que el jefe inglés bautizó "Puerto
Egmont" en honor al entonces primer lord del Almirantazgo. En nombre de
su rey, tomó posesión de este punto e islas vecinas; luego, siguió
viaje rumbo al Estrecho de Magallanes.
El 8 de febrero de 1766, otra expedición, a las órdenes del Capitán
John Mc Bride, arribó a Puerto Egmont, donde estableció un torreón de
defensa.
Mc Bride tenía instrucciones de "evitar cuidadosamente toda medida de
hostilidad o violencia en el caso de encontrar pobladores de otras
nacionalidades". El 6 de diciembre, los ingleses descubrieron Puerto
Luis e intimaron a su jefe la entrega del establecimiento. Ante la
negativa de éste, se alejaron de inmediato.
Carlos III, por real orden del 25 de febrero de 1768, ordenó al
gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucarelli, que efectuara
el desalojo de los ingleses de Puerto Egmont.
Bucarelli confió esa tarea al mayor general de la Armada Real, Capitán
de Navío Juan Ignacio de Madariaga. De Montevideo partieron las
fragatas "Santa Rosa", "Industria", "Santa Bárbara" y "Santa Catalina"
y el chambequín "Andaluz", en los que iban embarcados 1.500 hombres,
entre granaderos, fusileros y artilleros. El 4 de junio de 1770, la
flota fondeó en la bahía de Puerto Egmont y Madariaga conminó al jefe
de la guarnición a abandonar la plaza.
Sin mayor resistencia, la guarnición inglesa se rindió el 10 de junio y
la estratégica base quedó a cargo de un destacamento español.
Gran Bretaña exigió a España una reparación por el ultraje inferido a
su dignidad atacada -según su gobierno- en una situación de paz. El
arreglo de devolución, que estuvo precedido por tensas tratativas en
las que Francia intervino como mediadora, se concertó en Londres, el 22
de enero de 1771.
Allí se procedió a la firma de la "Declaración de Masserano", por la
cual el rey español se comprometía a restituir a su par inglés la
posesión del puerto y fuerte Egmont, pero con la reserva de soberanía
española, que fue aceptada plenamente por aquel país. Al volver la
situación al estado anterior al 10 de junio de 1770, quedó en evidencia
la precariedad de la ocupación inglesa.
Por convenio privado, la Corte de España impuso que la retirada inglesa
de las islas se efectuara tan pronto como fuese conveniente, una vez
restituido el asentamiento. Puerto Egmont fue devuelto a los ingleses
en septiembre de 1771.
En mayo de 1774, se produjo la evacuación, voluntaria y
silenciosamente. Los ingleses dejaron una placa de plomo -la placa del
Teniente Clayton- con la leyenda "Las islas Falkland son del derecho y
propiedad exclusivos del rey Jorge III", símbolo que fue retirado por
las fuerzas españolas y luego llevado a Buenos Aires.
España, entonces, ocupó todo el archipiélago como única soberana y,
desde el 2 de abril de 1767 hasta 1811, ejerció indiscutiblemente su
soberanía sobre él a través de una veintena de gobernadores.
En 1811, España fue desplazada por el gobierno que surgió de la
Revolución de Mayo. El 13 de febrero, por orden del gobernador de
Montevideo, Gaspar de Vigodet, las fuerzas apostadas en Puerto Soledad,
al mando del gobernador Pablo Guillén Martínez, fueron trasladadas a
esa ciudad.
Con el proceso de independencia, las nuevas repúblicas, constituidas a
partir de la transformación política del antiguo imperio español,
poseyeron el derecho a tener por límites los de las primitivas unidades
administrativas. Las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del
Sur formaron parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata, hoy
República Argentina.
Desde el 6 de noviembre de 1820 hasta el 3 de enero de 1833, momento de
la usurpación inglesa, la Argentina tomó posesión, mantuvo y reafirmó
su soberanía en el archipiélago en distintas ocasiones.
El 6 de noviembre de 1820, siguiendo instrucciones del gobernador de
Buenos Aires, Martín Rodríguez, el Capitán David Jewett, comandante de
la nave "Heroína", en una ceremonia de carácter formal, ratificó los
propios derechos e izó la bandera nacional en Puerto Soledad,
saludándola con veintiún cañonazos. Luego, distribuyó una carta
circular entre los capitanes de los casi cincuenta buques anclados en
las caletas próximas, en la que les participó la toma de posesión en
nombre del Gobierno de las Provincias Unidas en Sud América. Este
documento tuvo difusión en la prensa europea.
En agosto de 1823, el gobierno concedió a Jorge Pacheco el usufructo
del ganado lanar salvaje que poblaba las Malvinas, pero éste,
desalentado por el mal comienzo de la explotación, vendió los derechos
a Luis Vernet, quien llegó en 1826 para establecerse en Puerto Soledad
con su esposa, María Sáenz.
El 10 de junio de 1829, el gobernador delegado, Martín Rodríguez,
instituyó la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas, con
sede en la isla Soledad, cuya área cubría hasta el Cabo de Hornos, en
el Atlántico. Luis Vernet ejerció el cargo de gobernador desde el 29 de
agosto de ese año y tuvo la tarea de aplicar los reglamentos sobre
pesca de anfibios, cuya caza indiscriminada por parte de los loberos y
balleneros extranjeros constituía un grave problema.
El pago por derecho de anclaje fue sistemáticamente eludido por los
balleneros. En agosto de 1831, debido a un incidente con tres pesqueros
norteamericanos, Vernet se retiró a Buenos Aires, donde arribó con la
goleta "Harriet", cuyo cargamento había incautado con el fin de someter
el caso al fallo del Tribunal de Presas.
El cónsul norteamericano en Buenos Aires desconoció el derecho
argentino a reglamentar la pesca en las Malvinas. A fines de ese año,
personal de la corbeta de guerra "Lexington", de la Armada de los
Estados Unidos, incursionó en Puerto Soledad, al mando del Capitán
Silas Duncan, y cometió hechos gravísimos: saquearon los bienes y las
propiedades, destruyeron las instalaciones de artillería y tomaron
prisioneros a los principales pobladores, a quienes condujeron a
Montevideo.
La acción de Duncan causó conmoción en Buenos Aires. En junio de 1832,
el nuevo encargado de negocios norteamericano, Francis Baylies,
siguiendo instrucciones de su gobierno, exigió la desautorización de
Vernet, la devolución de los bienes incautados por él y el pago de una
indemnización; también puso en duda los títulos de soberanía argentina.
El gobernador Juan Manuel de Rosas lo declaró "persona no grata" y le
dio sus pasaportes.
La Argentina inició ante el gobierno norteamericano el reclamo por las
pérdidas sufridas. En 1838, Carlos de Alvear presentó la primera queja
en Washington, pues nuestra representación diplomática en ese país sólo
fue cubierta a partir de ese año. Recién el 4 de diciembre de 1841,
aquel gobierno consideró que no debía dar una respuesta porque el
derecho argentino a la jurisdicción sobre las islas era disputado por
otra potencia y una respuesta en esas circunstancias hubiera implicado
un desvío de la que hasta entonces había sido su política cardinal.
A fines de 1885, el ministro Vicente G. Quesada renovó el desacuerdo
argentino ante el secretario de Estado Tomás F. Bayard, quien reafirmó
la posición de su gobierno sobre el asunto, la que sólo cambiaría en
caso de que Gran Bretaña reconociera la soberanía argentina sobre las
Malvinas.
El 18 de marzo de 1886, en comunicación al gobierno argentino, Bayard
consideró inaplicable la llamada "doctrina de Monroe" al caso Malvinas.
Hasta la fecha, el gobierno estadounidense no ha dado las
satisfacciones debidas por este proceder.
El gobierno inglés tenía noticias sobre el estado y población de las
islas Malvinas, datos aportadas por el Capitán Fitz Roy luego de su
periplo al sur, en 1829. Gran Bretaña emprendió, nuevamente, la
posesión de las islas como una escala para descanso y abastecimiento en
la ruta de navegación hacia Australia y Tasmania por el Cabo de Hornos
o el Estrecho de Magallanes.
Prologada por el atentado de la "Lexington", la invasión inglesa quedó
a cargo del Capitán John James Onslow.
El 2 de enero de 1833, al mando de la fragata "Clío", se lanzó al
ataque de Puerto Soledad. Penetró en la bahía, donde se encontraba la
goleta argentina "Sarandí", al mando del Teniente Coronel José María
Pinedo, a quien comunicó las órdenes del Almirantazgo, consistentes en
tomar pronta posesión de las islas.
Pinedo atinó a dejar sentada una protesta formal, designó un
representante y se embarcó en la goleta para regresar con su gente a
Buenos Aires, donde fue sumariado por no resistirse a la usurpación.
Días después, fondeó en la bahía la goleta "Beagle", cuyo comandante
era Fitz Roy.
La nueva situación llevó a la colonización permanente de las islas y al
desmembramiento de la unidad territorial argentina. En Puerto Soledad,
los ingleses hicieron uso de las instalaciones y de la mano de obra
contratada por la empresa Vernet. Con el pretexto de estar bajo dominio
británico, el encargado de los almacenes, William Dickson, irlandés,
rechazó los vales firmados por el ex gobernador que los peones
argentinos recibían como pago de salario. Además, el capataz Juan
Simon, francés, junto con Mateo Brisbane, ex mayordomo de Vernet,
pretendieron incrementar el trabajo del personal argentino.
Tres gauchos y cinco indios charrúas, conducidos por Antonio Rivero, se
sublevaron y, luego de una corta lucha en la que murieron Brisbane,
Dickson y Simon, tomaron la casa de la Comandancia el 26 de agosto de
1833. Arriaron la bandera inglesa e izaron el pabellón nacional, el
cual, por casi seis meses, ondeó en Puerto Soledad.
En enero de 1834, dos embarcaciones inglesas arribaron al puerto. El
Teniente de Marina Henry Smith, nombrado comandante de la isla, izó
nuevamente la bandera inglesa e inició la persecución de los
sublevados; de a uno, los gauchos cayeron en manos de los invasores.
Rivero, solo, sin resistencia, se entregó el 18 de enero.
Los prisioneros fueron remitidos a Gran Bretaña para ser procesados.
Luego, el gobierno inglés permitió su regreso, pues consideró que los
hechos no habrían ocurrido en territorio de la Corona.
Mientras tanto, los sucesos sobre el desalojo argentino de Malvinas
fueron puestos en conocimiento de las autoridades bonaerenses en un
detallado informe presentado por Pinedo. El gobierno de Buenos Aires,
encabezado por Juan Ramón Balcarce, inició el reclamo por el atropello
ante el encargado de negocios británico Philip Gore y, en la Corte de
Londres, el 24 de abril, el ministro plenipotenciario, Dr. Manuel
Moreno, pidió una explicación oficial por la ocupación de las islas.
El gobierno británico avaló la actuación de Onslow. El 17 de Junio,
Moreno presentó una Memoria-Protesta impresa en inglés y francés y, a
fines de ese año, difundió un folleto en inglés denominado
"Observaciones sobre la ocupación por la fuerza de Malvinas por el
Gobierno Británico en 1833", destinado a hacer conocer el problema
entre los círculos diplomáticos europeos. Pero, en 1842, Inglaterra dio
por terminada la cuestión y estableció en las islas una administración
civil con un gobernador.
En 1945, el conflicto entró en una nueva fase, pues la Argentina se
amparó en el derecho internacional al litigar en el seno de la
Organización de las Naciones Unidas, cuya Carta propugnaba la
independencia de los territorios no autónomos, entendiendo por tales en
ese entonces, aquéllos que carecían de gobierno propio.
En 1960, se convocó la XV Asamblea General de las Naciones Unidas, de
la que emanó la resolución Nro. 1.514, de fecha 14 de diciembre,
denominada "Declaración sobre concesión de la independencia a los
países y pueblos coloniales". En uno de sus fundamentos -la
conservación de la unidad nacional y de la integración territorial- se
encuadró el caso Malvinas.
En 1961, por la resolución Nro. 1.654 (XVI Asamblea), se creó un Comité
Especial de Descolonización compuesto por 17 países, número que se
amplió, en 1962, a 24.
En 1964, el Comité de los 24 estableció tres subcomités de trabajo, uno
de los cuales debió considerar el caso; la Argentina pudo participar en
la discusión, otorgándosele voz, aunque no voto.
Las partes definieron el status de las islas Malvinas: la Argentina
consideró que las islas fueron ocupadas por la fuerza; Gran Bretaña,
potencia administradora, afirmó que las islas eran colonias y las
Naciones Unidas, sobre la base de la afirmación británica, determinaron
que el territorio (no la población) de las islas debía ser
descolonizado, ya que el caso se encuadraba dentro de los artículos 73
y 74 de la Carta y de la resolución Nro. 1.514.
El 18 de septiembre, el Subcomité III aprobó un informe -luego
ratificado por el Comité de los 24- que representó para la Argentina un
avance significativo: el agregado de la denominación "Malvinas", entre
paréntesis, junto a la inglesa de "Islas Falkland", el reconocimiento
de la disputa existente entre ambos gobiernos y la referencia en el
documento a los "intereses" y no a los "deseos" de los malvinenses.
Además, el Comité recomendó a las partes en disputa que entablaran
negociaciones.
En 1965, la cuestión no llegó al ámbito de la Asamblea General, pues en
lo inmediato se presentaban otros problemas. Pero, en septiembre, la
cancillería argentina inició tratativas con el gobierno británico, a
efectos de alcanzar una solución pacífica. La respuesta de éste inició
dos constantes de su diplomacia: la de excluir la discusión sobre la
soberanía, y la de alardear en el desconocimiento de la resolución Nro.
2.065 (XX Asamblea) sobre descolonización, emitida el 16 de diciembre
de ese año.
Como derivación de la resolución Nro. 2.065 (XX Asamblea) de las
Naciones Unidas, en 1969 los dos países convinieron en realizar
conversaciones especiales que dieron por resultado la "Declaración
Conjunta de Buenos Aires" del 1 de abril de 1971, la cual afirmó el
mutuo compromiso de mejorar las comunicaciones, romper el aislamiento y
atender, por parte de la Argentina, a los intereses de la población
malvinense (aprovisionamiento, asistencia sanitaria y educación).
A tal efecto, se creó una Comisión Consultiva Especial, con delegados
británicos y argentinos, cuyo resultado se concretó en la entrega de un
documento a los isleños para pasar al continente y en la exención
recíproca de impuestos y privilegios en actividades relacionadas con
las comunicaciones.
Al Reino Unido le competía establecer el tránsito marítimo regular
entre las Malvinas y el continente, en tanto nuestro país lo haría en
el modo aéreo.
En 1972, la Argentina construyó, en Puerto Argentino, una pista de
aterrizaje con planchas de aluminio para aviones de mediano porte, lo
cual permitió realizar viajes frecuentes y regulares por parte de la
Empresa LADE (Líneas Aéreas del Estado), al tiempo que enlazó las islas
con Comodoro Rivadavia.
En 1973, surgió por parte del Reino Unido un nuevo elemento -la
población malvinense- para decidir sobre el futuro de las islas
(plebiscito colonial).
En 1975, Gran Bretaña envió una misión científica al Atlántico Sur, a
cargo de lord Shackleton, para evaluar las posibilidades petroleras del
área.
El 4 de febrero de 1976, el destructor ARA "Almirante Storni" obligó al
barco inglés a abandonar aguas territoriales argentinas; en
consecuencia, los vínculos se deterioraron, ya que ambos países
retiraron sus respectivas misiones diplomáticas.
Sobre el caso se expidió el Comité Jurídico Internacional de la
Organización de los Estados Americanos (OEA), el cual reconoció a la
Argentina el inobjetable derecho de soberanía sobre las islas Malvinas.
En febrero de 1982, en la sexta ronda de negociaciones en Nueva York,
Inglaterra, cuya delegación incluía a los kelpers, decidió no tratar
más el asunto de la soberanía.
Para ese entonces, habían transcurrido 149 años de reclamos y 17 de
negociaciones infructuosas. El 2 de abril, fuerzas argentinas ocuparon
las islas Malvinas, sobre la base de la preservación de la vida y los
bienes de sus pobladores.
En represalia, el gobierno británico envió una fuerza de magnitud
desusada que expulsó a los argentinos el 14 de junio. Hoy, el conflicto
de Malvinas sigue sin resolverse. Pero, el resultado de la represalia
fue el siguiente: héroes de Malvinas: 635; heridos 1.068. Personal
Británico: muertos y desaparecidos: 255; heridos: 777. Este es el
producto del hablar del cañón y la ametralladora, no de razón fundada
ni de la voz que se levanta con gallardía para expresar su verdad. En
1990 los dos países reanudaron las relaciones diplomáticas.
Señor Presidente, por repetir por ciento de veces esta historia; sus
datos y cronología, por más que la mayoría pueda encontrarlas en los
más diversos libros, en sitios de las redes informáticas, en muchas de
las bibliotecas públicas y repositorios bibliográficos privados, nunca
va a estar demás, nunca va a faltar espacio, tinta o papel para ella.
Pues es parte de nuestra historia y de nuestro futuro. Tengámosla
siempre ante nuestros ojos, rememorémosla a cada instante, recordémosla
una y otra vez a nuestros hijos, a nuestros nietos, a nuestros alumnos,
al vecino y al extranjero. Contémosla sin perezas. Hay que tenerla
presente para que sea la fuerza de donde mame nuestro futuro. Lo supino
no se admite en un Argentino cuando se trata de las Malvinas.
Señor Presidente, con las herramientas que nos ofrece el Derecho, con
la diplomacia, con los medios que aporta el estado actual de la
investigación en el tema de la resolución pacífica de controversias,
debemos dar continuidad a la obra para que ellas, Nuestras Malvinas,
vuelvan a nosotros.
Cada Argentino, junto a su gobierno, cualquiera sea el color que lo
identifique, debe poner sus esfuerzos para que ese retorno sea
prontamente realidad.
Por lo hasta aquí expuesto, y dada la sobrada muestra de la relevancia
del tema, es que solicito a mis pares que me apoyen para dar por
aprobado el presente proyecto de resolución.

Luz María Sapag.-