Número de Expediente 2307/04
N° | Origen | Tipo | Extracto |
---|---|---|---|
2307/04 | Senado De La Nación | Proyecto De Declaración | ROSSI Y OTROS : PROYECTO DE DECLARACION RINDIENDO HOMENAJE A LA FIGURA DE MONSEÑOR ENRIQUE ANGELELLI .- |
Listado de Autores |
---|
Rossi
, Carlos Alberto
|
Salvatori
, Pedro
|
Muller
, Mabel Hilda
|
Losada
, Mario Aníbal
|
Giustiniani
, Rubén Héctor
|
Conti
, Diana Beatriz
|
Avelin de Ginestar
, Nancy
|
Colombo de Acevedo
, María Teresita Del Valle
|
Pinchetti de Sierra Morales
, Delia Norma
|
López Arias
, Marcelo Eduardo
|
Guinle
, Marcelo Alejandro Horacio
|
Fechas en Dir. Mesa de Entradas
MESA DE ENTRADAS | DADO CUENTA | Nº DE D.A.E. |
---|---|---|
03-08-2004 | 04-08-2004 | 145/2004 Tipo: NORMAL |
ENVIADO AL ARCHIVO : 01-09-2004
Resoluciones
SENADO |
---|
FECHA DE SANCION: 04-08-2004 |
SANCION: APROBO |
COMENTARIO: SOBRE TABLAS |
NOTA: |
En proceso de carga
Senado de la Nación
Secretaría Parlamentaria
Dirección Publicaciones
(S-2307/04)
PROYECTO DE DECLARACION
El Senado de la Nación:
D E C L A R A:
Rendir su más cálido homenaje a la figura de Monseñor Enrique
Angelelli, al cumplirse el 4 de agosto, 28 años de su trágica muerte.
Carlos Rossi.- Pedro Salvatori.- María T. Colombo.- Rubén H.
Giustiniani.- Mabel H. Müller.- Delia Pinchetti.- Diana B. Conti.-
Mario A. Losada.- Nancy Avelín.- Marcelo A. López Arias.- Marcelo A. H.
Guinle.-
FUNDAMENTOS
Sr. Presidente:
El 17 de julio de 1923 nace en Córdoba Enrique Angelelli, en el seno
de una familia de inmigrantes italianos que vivían de la actividad
rural en una zona de chacras y quintas de las afueras de la ciudad, que
entonces se denominaba "Camino Rodríguez del Busto".
A los 15 años ingresa al Seminario Metropolitano de Córdoba donde cursa
cinco años de latín y humanidades. En 1943 inició el ciclo de los tres
años de filosofía en el Seminario Mayor, y en 1947, al ingresar al
segundo años de teología fue enviado a Roma para completar sus estudios
en el Colegio Pío Latino. Tenía sólo 26 años cuando recibió la
ordenación sacerdotal y al año siguiente, obtuvo en Roma la
Licenciatura en Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana.
De regreso al país, comenzó su labor pastoral como Vicario Cooperador
en la Parroquia de San José de Barrio Alto Alberdi, en la ciudad de
Córdoba y Capellán en el Hospital de Clínicas de la mencionada ciudad.
Las villas miserias de la zona eran visitadas frecuentemente por el
sacerdote, y este contacto con la cruda realidad de los desposeídos,
fue haciendo crecer su predilección por el servicio a los indigentes.
En 1952 fue designado asesor de la Juventud Obrera Cristiana y se le
encargó la atención pastoral de la capilla de Cristo Obrero. Allí se
instaló en el altillo al costado de la capilla junto a otros sacerdotes
convirtiendo a este lugar, en un centro de reunión y consulta.
En 1960 fue designado por el Papa Juan XXIII como Obispo Auxiliar de
Córdoba y el 20 de diciembre de ese mismo año, fue nombrado Vicario
General de la Arquidiócesis. El 12 de marzo de 1961, recibió su
consagración episcopal en la Catedral de Córdoba la que se encontraba
abarrotada de obreros y gente humilde. Eligió como lema para su escudo
episcopal la frase del Evangelio de San Juan: "Para que todos sean
uno".
Con su consagración, comenzaría a sobresalir una nueva imagen
episcopal, que contrastaba con los usos y costumbres de entonces.
El 11 de octubre de 1962, se inició el Concilio Ecuménico Vaticano II.
Un mes antes, el Papa Juan XXIII, en un radiomensaje, había dicho que
la paz y la justicia social eran los problemas centrales a los que
debía abocarse la Iglesia para ser servidora de la humanidad. Este
acontecimiento crucial de la Iglesia provoca un movimiento renovador;
el seminario de Córdoba no fue una excepción. Los seminaristas se
formaron dentro de esta nueva realidad, acercándose y comprometiéndose
con dicha realidad y con una apertura hacia la sociedad.
En el verano de 1965, renuncia Monseñor Castellano al Arzobispado de
Córdoba. Sería lógico que lo reemplazara Monseñor Angelelli por ser el
único Obispo en Córdoba, sin embargo los canónigos eligen a su Deán,
Edmundo Rodríguez y Alvarez. Angelelli se retira del obispado y fija
su residencia en un colegio cerca de su casa natal. Allí se abocó al
trabajo pastoral en la zona con los chacareros y quinteros del lugar.
El 15 de mayo del mismo año, se hizo cargo de la arquidiócesis de
Córdoba Monseñor Raúl Primatesta, quién rehabilitó a Angelelli,
designándolo como Obispo Auxiliar, aunque fue reemplazado como Rector
del Seminario Mayor. Intensificó sus visitas pastorales a las
parroquias rurales y urbanas y dedicó la mayor cantidad de tiempo
posible a escuchar los problemas de la gente y a alentar el trabajo de
la comunidad.
El 3 de julio de 1968, el Papa Pablo VI lo designó como Obispo de La
Rioja. Desde el atrio de la Catedral leyó su primer mensaje al pueblo
riojano que se constituyó en la base de su posición de vida episcopal y
su programa pastoral: "Les acaba de llegar a La Rioja un hombre de
tierra adentro que les habla el mismo lenguaje. Un hombre que quiere
identificarse y comprometerse con ustedes, que quiere ser un riojano
más¿. No vengo a ser servido, sino a servir a todos sin distinción
alguna de clases sociales, modos de pensar o creer. Como Jesús, quiero
ser servidor de nuestros hermanos los pobres, de los que sufren
espiritual o materialmente, de los que reclaman ser considerados en su
dignidad humana como hijos del mismo Padre que está en los cielos.
Ayúdenme a que no me ate a intereses mezquinos o de grupos; obren para
que sea el Obispo y el amigo de todos, de los católicos y de los no
católicos; de los que creen y de los que no creen. No perdamos nunca
el camino de la esperanza; tratemos de no catalogar con facilidad,
ingenua o a veces injustificadamente, a quienes, con sinceridad de
corazón con un auténtico amor y servicio a sus hermanos, tienen hambre
y sed de justicia para lograr la verdadera paz, que es su fruto¿. No
hay tiempo que perder ni siquiera podemos darnos el lujo de ser
declamadores¿nosotros tenemos que comprometernos no sólo como
individuos sino como comunidad. No podemos ya declamar que existe
hambre en el mundo, no podemos teorizar que existe mucha gente que no
tiene la cultura que debe tener todo ser humano, que hay hermanos que
no tienen techo. No. Hay que buscar darles el techo, el pan, el
trabajo, la salud, la cultura, hacerlo un ser humano como Dios manda."
Este nuevo espíritu se vio fortalecido por la encíclica Popularum
Progressio (sobre el progreso de los pueblos) de Pablo VI por las
conclusiones y directivas de la Segunda Conferencia del Episcopado
Latinoamericano en Medellín, transformándose Angelelli en uno de sus
principales promotores en nuestro país, aún ante la resistencia de
muchos obispos que consideraban que "Medellín no era para la
Argentina".
Frente al estallido social del "Cordobazo" contra el gobierno militar
de Onganía, reflexionaba: "¿asumamos este grito en todo lo que tiene de
verdadero, auténtico, dramático; asumamos lealmente el compromiso de
seguir caminando, construyendo en la paz y en el esfuerzo fraterno,
responsable y lúcido, la gran tarea de buscar juntos para hacer una
Argentina que no se sienta realizada y satisfecha, si junto a los
grandes centros urbanos y fabriles, existen argentinos que se mueren de
hambre, sufren el marginamiento material o moral o son excluidos de la
mesa de los argentinos que ostentan o regulan factores de poder".
La consigna del Obispo "con un oído puesto en el Evangelio y el otro en
el pueblo" se iba convirtiendo en una tarea de todos.
En setiembre de 1970, se entrevistó con el entonces Gobernador de Facto
de la provincia Iribarren, molesto por la prédica social del obispo,
que ya recibía desde sectores católicos anticonciliares la acusación de
"comunista rodeado de curas tercermundistas", que "descuidaba lo
espiritual, con un contenido político desde el púlpito".
Para 1971 la acción pastoral del obispo comprendía los reclamos de los
trabajadores mineros, la organización cooperativa para el
aprovechamiento de la tierra y la justa distribución de las aguas,
mientras denunciaba la usura, la droga y la prostitución en manos de
familias poderosas de la provincia. Impulsó un importante Movimiento
Rural para el mejoramiento de la situación campesina, concitando pronto
la enemistad del gobernador militar y los ricos hacendados que, tras
las movilizaciones campesinas, recurrieron a la violencia arrojando
bombas contra las sedes del Movimiento y casas de los dirigentes. En
este mismo año, se prohibió la misa radial que brindaba asiduamente el
Obispo.
Con la detención en agosto de 1972 de dos de sus sacerdotes, se inició
una campaña cada vez más dura de los sectores conservadores, tildando
al Obispo de "infiltrado comunista".
Bajo este mismo estado de cosas, se llega a abril de 1976, fecha en el
padre concurre a Buenos Aires para entrevistarse con el entonces
Ministro del Interior, Gral. Harguindeguy para reclamar por sacerdotes
y laicos detenidos y por la ola de represión que la provincia sufría,
al tiempo que envía una carta a Monseñor Zaspe, vicepresidente del
Episcopado, denunciando los atropellos militares contra el pueblo
riojano y sus sacerdotes, encontrando sólo silencio por parte del
episcopado.
En mayo denuncia ante la Conferencia Extraordinaria del Episcopado la
situación de su diócesis: detención de sacerdotes y monjas; violación
de correspondencia; prohibición de visitar a los presos; prohibición de
la misa radial; vigilancia en la acción pastoral en los barrios, etc.
las quejas llegaron a oídos del mismo Gral. Videla, pero la respuesta
fue mayor vigilancia y control policial.
Conversaciones con sus parientes y allegados indican que Monseñor
estaba en conocimiento de que su vida se encontraba en riesgo. Ante los
consejos de sus amigos de alejarse de la Diócesis, el padre respondía:
"es eso lo que buscan, que me vaya, para que se cumpla lo dicho en el
Evangelio: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas".
El 18 de julio de 1976 fueron secuestrados dos sacerdotes de Chamical,
el Padre Gabriel Longueville y el Fray Carlos de Dios Murias. El día 20
se encuentran los cadáveres acribillados de ambos religiosos a 5
kilómetros de la ciudad maniatados y con signos evidentes de torturas.
Cuando dejaba Chamical, luego de haber celebrado la misa de exequias y
pronunciado una homilía en la que denunciaba los asesinatos de los
sacerdotes, la camioneta en la que viajaba junto al vicario episcopal,
padre Arturo Pinto, sufrió un terrible accidente.
Tal como lo narrara el propio padre Pinto: "salimos por el camino viejo
porque temíamos que alguien estuviera viendo. Íbamos conversando
normalmente y andábamos a una velocidad normal porque no teníamos
mayor apuro¿. De pronto¿noté que un vehículo nos alcanzaba. Identifiqué
ese vehículo como un Peugeot 404, de los viejos, ¿y de color gris. Una
vez que ese vehículo se nos puso al lado, hizo una maniobra hacia
delante de nosotros, rápida. Y en ese momento se produjo como una
explosión. Y yo no recuerdo más nada¿"
El reloj del padre Angelelli se detuvo a las tres de la tarde. La
policía encontró su cuerpo prolijamente depositado sobre la tierra, de
espaldas y con los brazos en cruz. La versión oficial habló de
accidente; otros entraron en un silencio cómplice y la Santa Sede habló
de "extraño accidente". En 1986 el Juez Aldo Morales, declaró sin
ambigüedades que la muerte de Monseñor Angelelli no obedeció a
accidente de tránsito, sino que fue un homicidio fríamente premeditado
y esperado por la víctima".
Hoy, veintiocho años después de su trágica muerte, es justo rendir
nuestro sincero homenaje a este hombre que supo ser la voz de los sin
voz, trabajando con ahínco, compromiso y coraje por una Argentina más
justa. Por ello, solicito señor Presidente, la aprobación del presente
proyecto.
Carlos Rossi.- Marcelo A. López Arias.
Secretaría Parlamentaria
Dirección Publicaciones
(S-2307/04)
PROYECTO DE DECLARACION
El Senado de la Nación:
D E C L A R A:
Rendir su más cálido homenaje a la figura de Monseñor Enrique
Angelelli, al cumplirse el 4 de agosto, 28 años de su trágica muerte.
Carlos Rossi.- Pedro Salvatori.- María T. Colombo.- Rubén H.
Giustiniani.- Mabel H. Müller.- Delia Pinchetti.- Diana B. Conti.-
Mario A. Losada.- Nancy Avelín.- Marcelo A. López Arias.- Marcelo A. H.
Guinle.-
FUNDAMENTOS
Sr. Presidente:
El 17 de julio de 1923 nace en Córdoba Enrique Angelelli, en el seno
de una familia de inmigrantes italianos que vivían de la actividad
rural en una zona de chacras y quintas de las afueras de la ciudad, que
entonces se denominaba "Camino Rodríguez del Busto".
A los 15 años ingresa al Seminario Metropolitano de Córdoba donde cursa
cinco años de latín y humanidades. En 1943 inició el ciclo de los tres
años de filosofía en el Seminario Mayor, y en 1947, al ingresar al
segundo años de teología fue enviado a Roma para completar sus estudios
en el Colegio Pío Latino. Tenía sólo 26 años cuando recibió la
ordenación sacerdotal y al año siguiente, obtuvo en Roma la
Licenciatura en Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana.
De regreso al país, comenzó su labor pastoral como Vicario Cooperador
en la Parroquia de San José de Barrio Alto Alberdi, en la ciudad de
Córdoba y Capellán en el Hospital de Clínicas de la mencionada ciudad.
Las villas miserias de la zona eran visitadas frecuentemente por el
sacerdote, y este contacto con la cruda realidad de los desposeídos,
fue haciendo crecer su predilección por el servicio a los indigentes.
En 1952 fue designado asesor de la Juventud Obrera Cristiana y se le
encargó la atención pastoral de la capilla de Cristo Obrero. Allí se
instaló en el altillo al costado de la capilla junto a otros sacerdotes
convirtiendo a este lugar, en un centro de reunión y consulta.
En 1960 fue designado por el Papa Juan XXIII como Obispo Auxiliar de
Córdoba y el 20 de diciembre de ese mismo año, fue nombrado Vicario
General de la Arquidiócesis. El 12 de marzo de 1961, recibió su
consagración episcopal en la Catedral de Córdoba la que se encontraba
abarrotada de obreros y gente humilde. Eligió como lema para su escudo
episcopal la frase del Evangelio de San Juan: "Para que todos sean
uno".
Con su consagración, comenzaría a sobresalir una nueva imagen
episcopal, que contrastaba con los usos y costumbres de entonces.
El 11 de octubre de 1962, se inició el Concilio Ecuménico Vaticano II.
Un mes antes, el Papa Juan XXIII, en un radiomensaje, había dicho que
la paz y la justicia social eran los problemas centrales a los que
debía abocarse la Iglesia para ser servidora de la humanidad. Este
acontecimiento crucial de la Iglesia provoca un movimiento renovador;
el seminario de Córdoba no fue una excepción. Los seminaristas se
formaron dentro de esta nueva realidad, acercándose y comprometiéndose
con dicha realidad y con una apertura hacia la sociedad.
En el verano de 1965, renuncia Monseñor Castellano al Arzobispado de
Córdoba. Sería lógico que lo reemplazara Monseñor Angelelli por ser el
único Obispo en Córdoba, sin embargo los canónigos eligen a su Deán,
Edmundo Rodríguez y Alvarez. Angelelli se retira del obispado y fija
su residencia en un colegio cerca de su casa natal. Allí se abocó al
trabajo pastoral en la zona con los chacareros y quinteros del lugar.
El 15 de mayo del mismo año, se hizo cargo de la arquidiócesis de
Córdoba Monseñor Raúl Primatesta, quién rehabilitó a Angelelli,
designándolo como Obispo Auxiliar, aunque fue reemplazado como Rector
del Seminario Mayor. Intensificó sus visitas pastorales a las
parroquias rurales y urbanas y dedicó la mayor cantidad de tiempo
posible a escuchar los problemas de la gente y a alentar el trabajo de
la comunidad.
El 3 de julio de 1968, el Papa Pablo VI lo designó como Obispo de La
Rioja. Desde el atrio de la Catedral leyó su primer mensaje al pueblo
riojano que se constituyó en la base de su posición de vida episcopal y
su programa pastoral: "Les acaba de llegar a La Rioja un hombre de
tierra adentro que les habla el mismo lenguaje. Un hombre que quiere
identificarse y comprometerse con ustedes, que quiere ser un riojano
más¿. No vengo a ser servido, sino a servir a todos sin distinción
alguna de clases sociales, modos de pensar o creer. Como Jesús, quiero
ser servidor de nuestros hermanos los pobres, de los que sufren
espiritual o materialmente, de los que reclaman ser considerados en su
dignidad humana como hijos del mismo Padre que está en los cielos.
Ayúdenme a que no me ate a intereses mezquinos o de grupos; obren para
que sea el Obispo y el amigo de todos, de los católicos y de los no
católicos; de los que creen y de los que no creen. No perdamos nunca
el camino de la esperanza; tratemos de no catalogar con facilidad,
ingenua o a veces injustificadamente, a quienes, con sinceridad de
corazón con un auténtico amor y servicio a sus hermanos, tienen hambre
y sed de justicia para lograr la verdadera paz, que es su fruto¿. No
hay tiempo que perder ni siquiera podemos darnos el lujo de ser
declamadores¿nosotros tenemos que comprometernos no sólo como
individuos sino como comunidad. No podemos ya declamar que existe
hambre en el mundo, no podemos teorizar que existe mucha gente que no
tiene la cultura que debe tener todo ser humano, que hay hermanos que
no tienen techo. No. Hay que buscar darles el techo, el pan, el
trabajo, la salud, la cultura, hacerlo un ser humano como Dios manda."
Este nuevo espíritu se vio fortalecido por la encíclica Popularum
Progressio (sobre el progreso de los pueblos) de Pablo VI por las
conclusiones y directivas de la Segunda Conferencia del Episcopado
Latinoamericano en Medellín, transformándose Angelelli en uno de sus
principales promotores en nuestro país, aún ante la resistencia de
muchos obispos que consideraban que "Medellín no era para la
Argentina".
Frente al estallido social del "Cordobazo" contra el gobierno militar
de Onganía, reflexionaba: "¿asumamos este grito en todo lo que tiene de
verdadero, auténtico, dramático; asumamos lealmente el compromiso de
seguir caminando, construyendo en la paz y en el esfuerzo fraterno,
responsable y lúcido, la gran tarea de buscar juntos para hacer una
Argentina que no se sienta realizada y satisfecha, si junto a los
grandes centros urbanos y fabriles, existen argentinos que se mueren de
hambre, sufren el marginamiento material o moral o son excluidos de la
mesa de los argentinos que ostentan o regulan factores de poder".
La consigna del Obispo "con un oído puesto en el Evangelio y el otro en
el pueblo" se iba convirtiendo en una tarea de todos.
En setiembre de 1970, se entrevistó con el entonces Gobernador de Facto
de la provincia Iribarren, molesto por la prédica social del obispo,
que ya recibía desde sectores católicos anticonciliares la acusación de
"comunista rodeado de curas tercermundistas", que "descuidaba lo
espiritual, con un contenido político desde el púlpito".
Para 1971 la acción pastoral del obispo comprendía los reclamos de los
trabajadores mineros, la organización cooperativa para el
aprovechamiento de la tierra y la justa distribución de las aguas,
mientras denunciaba la usura, la droga y la prostitución en manos de
familias poderosas de la provincia. Impulsó un importante Movimiento
Rural para el mejoramiento de la situación campesina, concitando pronto
la enemistad del gobernador militar y los ricos hacendados que, tras
las movilizaciones campesinas, recurrieron a la violencia arrojando
bombas contra las sedes del Movimiento y casas de los dirigentes. En
este mismo año, se prohibió la misa radial que brindaba asiduamente el
Obispo.
Con la detención en agosto de 1972 de dos de sus sacerdotes, se inició
una campaña cada vez más dura de los sectores conservadores, tildando
al Obispo de "infiltrado comunista".
Bajo este mismo estado de cosas, se llega a abril de 1976, fecha en el
padre concurre a Buenos Aires para entrevistarse con el entonces
Ministro del Interior, Gral. Harguindeguy para reclamar por sacerdotes
y laicos detenidos y por la ola de represión que la provincia sufría,
al tiempo que envía una carta a Monseñor Zaspe, vicepresidente del
Episcopado, denunciando los atropellos militares contra el pueblo
riojano y sus sacerdotes, encontrando sólo silencio por parte del
episcopado.
En mayo denuncia ante la Conferencia Extraordinaria del Episcopado la
situación de su diócesis: detención de sacerdotes y monjas; violación
de correspondencia; prohibición de visitar a los presos; prohibición de
la misa radial; vigilancia en la acción pastoral en los barrios, etc.
las quejas llegaron a oídos del mismo Gral. Videla, pero la respuesta
fue mayor vigilancia y control policial.
Conversaciones con sus parientes y allegados indican que Monseñor
estaba en conocimiento de que su vida se encontraba en riesgo. Ante los
consejos de sus amigos de alejarse de la Diócesis, el padre respondía:
"es eso lo que buscan, que me vaya, para que se cumpla lo dicho en el
Evangelio: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas".
El 18 de julio de 1976 fueron secuestrados dos sacerdotes de Chamical,
el Padre Gabriel Longueville y el Fray Carlos de Dios Murias. El día 20
se encuentran los cadáveres acribillados de ambos religiosos a 5
kilómetros de la ciudad maniatados y con signos evidentes de torturas.
Cuando dejaba Chamical, luego de haber celebrado la misa de exequias y
pronunciado una homilía en la que denunciaba los asesinatos de los
sacerdotes, la camioneta en la que viajaba junto al vicario episcopal,
padre Arturo Pinto, sufrió un terrible accidente.
Tal como lo narrara el propio padre Pinto: "salimos por el camino viejo
porque temíamos que alguien estuviera viendo. Íbamos conversando
normalmente y andábamos a una velocidad normal porque no teníamos
mayor apuro¿. De pronto¿noté que un vehículo nos alcanzaba. Identifiqué
ese vehículo como un Peugeot 404, de los viejos, ¿y de color gris. Una
vez que ese vehículo se nos puso al lado, hizo una maniobra hacia
delante de nosotros, rápida. Y en ese momento se produjo como una
explosión. Y yo no recuerdo más nada¿"
El reloj del padre Angelelli se detuvo a las tres de la tarde. La
policía encontró su cuerpo prolijamente depositado sobre la tierra, de
espaldas y con los brazos en cruz. La versión oficial habló de
accidente; otros entraron en un silencio cómplice y la Santa Sede habló
de "extraño accidente". En 1986 el Juez Aldo Morales, declaró sin
ambigüedades que la muerte de Monseñor Angelelli no obedeció a
accidente de tránsito, sino que fue un homicidio fríamente premeditado
y esperado por la víctima".
Hoy, veintiocho años después de su trágica muerte, es justo rendir
nuestro sincero homenaje a este hombre que supo ser la voz de los sin
voz, trabajando con ahínco, compromiso y coraje por una Argentina más
justa. Por ello, solicito señor Presidente, la aprobación del presente
proyecto.
Carlos Rossi.- Marcelo A. López Arias.