03 de diciembre de 2009

INTERVENCIÓN DEL SENADOR NAIDENOFF EN LA SESIÓN DEL 02/12/09 - REFORMA

Sr. Petcoff Naidenoff. ¿ Señor presidente: la sanción de la Cámara de Diputados que hoy

estamos tratando tiene su origen en una convocatoria que la presidenta realizó el 9 de julio

en la ciudad de Tucumán. En aquella ocasión, la presidenta explicaba a los argentinos la

necesidad de avanzar en un proceso de reforma política y hacía referencia, justamente, en ese

contexto de reforma, a la importancia que deben tener los partidos políticos que ¿como

ustedes saben¿ son el sustento de la democracia, porque así lo consagra nuestra

Constitución; a través de ellos se ejerce la representación política.

Creo, también, que es hora de abordar y discutir una profunda reforma política en la

Argentina y convocar, por supuesto, a todos lo sectores. De hecho, hay que hacerlo, porque

todo proyecto debe ser remitido al Congreso.

En ese entendimiento, el Poder Ejecutivo Nacional convocó a los partidos políticos a

una mesa de diálogo. Nosotros, desde la Unión Cívica Radical, hemos asistido a esa

convocatoria porque estamos absolutamente convencidos de que los intereses generales de la

Nación están por encima de las cuestiones partidarias. Pero a esta altura de los

acontecimientos, podemos decir que ese diálogo quedó trunco porque, lamentablemente, el

Poder Ejecutivo Nacional no receptó en su plenitud el mensaje de la ciudadanía del 28 de

junio.

Señor presidente: el diálogo se transformó en una foto, y este gobierno, que montó

una escena de convocatoria al diálogo, del 28 de junio a la fecha, interpretó de una manera

muy particular el mensaje de la gente: "La gente ha dicho que hay que profundizar el

modelo"; y en esa línea, se avanzó con la sanción de leyes transcendentes para la Argentina

sin el acompañamiento de los partidos de la oposición; muchas veces, sin escuchar siquiera

sugerencias centrales para modificar aspectos de la ley que pueden beneficiar a la sociedad.

Así, avanzamos con los superpoderes, con prórrogas de facultades delegadas, con la sanción

de servicios de comunicación audiovisual: avanzamos, avanzamos y avanzamos.

Escuchaba al miembro informante. En la mesa de diálogo, fueron consultados y

concurrieron aproximadamente cincuenta partidos políticos, quienes efectuaron aportes para

tratar de avanzar en un proceso de reforma. Pero todo termina de la peor manera, porque

estamos tratando la sanción de Diputados que modifica la Ley Orgánica de Partidos

Políticos, la Ley de Financiamiento de Partidos Políticos y, fundamentalmente, el Código

Electoral Nacional. Lo cierto es que esta ley fue sancionada en Diputados con el rechazo

unánime de todo el arco opositor. Esto es para que el oficialismo tome nota: el rechazo

unánime de todo el arco opositor. Es decir, es una sanción que únicamente fue acompañada

por el oficialismo. Tampoco podemos decir "el partido del gobierno", porque el propio PJ

disidente rechazó esta sanción.

Para nosotros, esto no es un dato menor, es una cuestión central. Y aunque pueda

compartir la filosofía del proyecto en el entendimiento de lograr competitividad electoral,

robustecer los propios partidos políticos, terminar con los sellos de goma, debo decir queuna

reforma política de prepo no sirve, presidente. La reforma política que se logra sin el

acompañamiento de las fuerzas, de los propios partidos políticos, no tiene sentido.

Lo primero que podemos decir es que no estamos reformando la política. Ésta es una

simple reforma electoral. Reformar la política es otra cosa; es atreverse a más. Reformar la

política es avanzar para lograr más y mejor calidad institucional; es lograr transparentar el

propio sufragio universal del ciudadano para que este sufragio no se desvirtúe. Reformar la

política es avanzar en un proceso de abordaje de temas que este proyecto no contempla: no

contempla la boleta única; la situación de las candidaturas testimoniales; la declaración de

principios centrales, que tiene que ver con la esencia de valores republicanos que debe ser

receptada de manera uniforme en el país. Muy por lo contrario, es un proyecto que avanza

con un súper Ministerio del Interior y con muchísimos aspectos que serán abordados por los

distintos senadores que integran el bloque de nuestra bancada.

Me quiero detener en tres aspectos. En primer lugar, en una omisión que me parece

central, que tiene que ver con la necesidad de contar con una reforma que contemple la

declaración de principios republicanos. Porque somos parte de un país que, como norma

central, a partir del su artículo 5/ de la Constitución Nacional, sienta que la Nación Argentina

adopta como forma de gobierno la forma representativa, republicana y federal, si bien cada

constitución provincial se reserva para sí la facultad de establecer el dictado de sus propias

constituciones, que deben ir en armonía con los principios, declaraciones y garantías que

establece el propio artículo 5/.

Y establecer presupuestos mínimos para una reforma política electoral de alcance

nacional implica, también, darnos la oportunidad ¿no la tuvimos porque, lamentablemente,

no hemos actuado como Cámara revisora¿ de discutir en comisión la necesidad de desterrar

institutos que son perversos en muchas provincias argentinas. Tal el caso de la Ley de lemas,

que desvirtúa el voto popular. De hecho, generó, justamente, la modificación en la provincia

de Santa Fe. La instalación del mecanismo de internas abiertas obligatorias fue producto del

nefasto sistema de la Ley de lemas porque, muchas veces, el elector, cuando decide su voto,

en la realidad ve que ese voto en definitiva no es el voto de la decisión final.

Animarnos a discutir una reforma política también es abordar qué hacemos con

reelecciones indefinidas, pero tratándolas seriamente. No puede ser que en nuestro país

contemos con intendentes o con gobernadores que andan por la vida como monarcas

electivos y que no se tenga la capacidad de debatir en este ámbito, donde representamos los

intereses de las provincias, la necesidad de poner término final a las reelecciones indefinidas.

Pero lógicamente, venimos a dar este debate en este recinto porque no lo pudimos dar

en comisión. De hecho, el oficialismo dio lugar a la lectura de los aportes de los cincuenta

partidos que hicieron llegar sus ponencias, pero todos ellos rechazaron la sanción de la

Cámara de Diputados. Entonces, éstas son las cuestiones que no hemos podido discutir.

Algunos dirán: "Bueno, las provincias son autónomas y, en el marco de su autonomía, se

fijan su Constitución; establecen si las reelecciones son por un período o de manera

indefinida; pueden sancionar una ley, un sistema electoral para establecer, justamente,

mecanismos como la Ley de lemas". Esto es así, es una realidad.

También es una realidad en la Argentina el avance en el proceso del federalismo de

concertación. El federalismo de concertación tiene que ver con los pactos, con los acuerdos.

Pero pareciera que, en nuestro país, las palabras "pacto" o "acuerdo" están prohibidas.

Acordar, consensuar y dialogar son la base de un sistema democrático. En el marco del

federalismo de concertación, tenemos que atrevernos a más y a poner límites ¿por lo

menos, a discutirlo¿ para terminar con las reelecciones indefinidas. Porque, qué sé yo, fue

necesario que apareciera un obispo Pigna, en Misiones, para que la Argentina visualizara lo

que puede significar esta especie de monarquía electiva. En fin, la República alcanzó a

Misiones y no tuvo un efecto propagativo en todo el país.

Hoy se nos plantea una reforma política y no discutimos estas cosas. A algunos les

pueden parecer bien; a otros les puede parecer mal. Otros dirán que la autonomía es la

esencia. Pues bien, yo digo que hay un federalismo de concertación. Si este Senado de la

Nación y este Congreso sancionaron, a través de una ley de adhesión, una ley de

responsabilidad fiscal que, justamente, ha puesto freno o encaje a la deuda y al gasto de las

provincias y éstas adhirieron, ¿por qué no podemos tener la capacidad de armonizar criterios

republicanos en todo el territorio nacional? Me pregunto por qué no podemos tener la

capacidad de lograr sistemas uniformes y de que no se desnaturalice el voto. ¿Por qué no

podemos desterrar estas prácticas perversas? Pues bien, hay que animarse a dar la discusión.

El oficialismo cerró las puertas porque esto no se discute; porque la legitimidad,

supuestamente, la ha dado el aporte de los cincuenta partidos. Ahora bien, repito: aporte de

partidos que no fueron considerados pues, de lo contrario, no merecería el rechazo de todo el

arco opositor. Eso es reformar la política para nosotros. Primero, una cuestión de declaración

de principios. Si no parecería que en este país hay ciudadanos de primera y ciudadanos de

segunda. De hecho, en las provincias que pueden contar con la propia esencia republicana las

cosas caminan bien. Son las cosas que tenemos que discutir en el marco de una Argentina

federal.

Más allá de estas consideraciones y de estas omisiones, quiero avanzar y detenerme

en otros aspectos que, justamente, contempla la ley, que tienen que ver con el criterio que se

adopta en esta especie de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias. El sistema que se

adopta es muy peligroso y preocupante; una cosa son las internas abiertas. Quiero decir que

yo he participado en las elecciones internas abiertas ¿luego se derogó¿ y, como paso

previo, fui electo en el marco de un partido con el voto de los afiliados de la Unión Cívica

Radical y de los ciudadanos independientes: soy producto de aquellas elecciones internas

que, luego, este Congreso derogó. Pero ¿sabe dónde estaba la diferencia? Que en las internas

en las que se definían los espacios, los cargos nacionales de los partidos políticos,

participaban los afiliados ¿que tienen una identidad y un tronco común con el propio

partido¿ y los independientes. Entonces, son los propios ciudadanos independientes quienes

marcan la cancha y seleccionan las opciones más positivas.

El problema acá está en que un partido político puede darse el lujo, con el aparato, de

elegir el candidato de la oposición que le conviene. En este sistema, todos vamos a concurrir

a votar de manera obligatoria y, en la mesa en la que vamos a sufragar, van a estar las boletas

de todos los partidos. Entonces, aquellos oficialismos que tienen mucho manejo del aparato,

que pueden lograr a través de los congresos elegir una sola fórmula ¿ya sea para la

representación parlamentaria nacional de senadores o diputados o una fórmula

presidencial¿, se pueden dar el lujo de elegir, con el aparato, al candidato que más les

conviene; y el candidato que más les conviene, quizás, no tenga nada que ver con el que elige

la gente. Esta es una luz de alerta que este proyecto no contempla y que tampoco fue

considerada, porque no lo discutimos.

Repito: no es un dato menor que un afiliado de un partido político decida en la vida

interna de otro partido político. La calidad de la elección primaria, justamente, se da con la

participación de afiliados y de ciudadanos independientes. En este sentido, quiero citar

solamente algunas consideraciones de Natalio Botana acerca del abordaje de este tema de las

internas abiertas, simultáneas y obligatorias, y del análisis de la Ley de lemas. El refería que

cabe tener presente un último efecto en gran medida significativo y que hace referencia a lo

que podría denominarse el mecanismo de transferencia de votos de un partido a otro. Puede

ocurrir, en efecto, que un partido que no necesita los votos de sus afiliados para elegir un

candidato determinado dentro de su seno pueda hacer las maniobras de enviar a sus afiliados

y simpatizantes para votar por los candidatos peores y más impopulares del partido opositor,

con el objeto de desacreditarlo. Esto puede ocurrir, presidente. Puede ocurrir porque nadie

puede saber y, más allá de lo que decía el miembro informante acerca de que las leyes de la

naturaleza son para todos los tiempos, lo que nosotros estamos haciendo con este mecanismo

de internas abiertas es absolutamente peligroso y preocupante.

También quiero referirme a la cuestión de las candidaturas testimoniales. Porque la verdad es que lo que ocurrió el 28 de junio fue una vergüenza, fue vergonzoso. La presidenta, el 9 de julio, convocó al diálogo para reformar la política, y el 28 de junio, asistimos a una fiesta de irrespetuosidad hacia el ciudadano común, con gobernadores que son tales pero que asumen y que no asumen; con algunos que dicen que asumen y no lo hacen; con actores que vienen, que se involucran¿ Fue vergonzoso. ¿Y

cómo terminó esto? Con una estafa electoral. Porque la estafa electoral se consuma con

candidatos que se presentan y no asumen sus propios cargos para los que la gente los ha

elegido.

Estamos supuestamente reformando la política y no abordamos el tema de las

candidaturas testimoniales. Nosotros consideramos que había que discutirlo en el marco del

Código Electoral, quizás, con una declaración de principios, con un compromiso previo del

propio candidato de asumir la banca, con excepción de razones extraordinarias, o de fuerza

mayor, o de asumir mayores compromisos por el bienestar de la Nación. Esto no lo tratamos

y pasó de largo.

La verdad es que esta es una reforma lamentable por cómo se gesta y cómo se termina

el año. Porque no estamos reformando la política, estamos reformando cuestiones electorales

con visiones cortoplacistas, con especulaciones mezquinas, sin contemplar siquiera el aporte

sano y republicano de muchos partidos que queremos cambiar en serio las cosas en la

Argentina, aprendiendo también de los errores del pasado y del presente. De eso se trata, de

aprender de los errores.

Reformar es otra cosa. La reforma fue la de 1994. Eso fue reformar la política,

cuando los intereses de los partidos o de un partido político avanzan en la idea fuerza de

logar un mecanismo de reelección. Y con fuertes liderazgos, quizás desde la Unión Cívica

Radical, se avanzó en el Acuerdo de Olivos para generar una profunda transformación de la

política en la Argentina, no quedándonos con aquella lectura de las reformas unilaterales que

terminaron muy mal, como la de 1949 ó 1957. Se reformó la política por unanimidad con el

aval y la fuerza de los partidos políticos. Y se gestó la reforma de 1994 con una discusión

previa muy fuerte en los partidos mayoritarios. Esa reforma, porque fue política, posibilitó

muchas cosas.

Mire lo que posibilitó una reforma política con consenso y en el marco del diálogo:

para citar algunos aspectos, el fortalecimiento del régimen federal, el acortamiento del

mandato presidencial de seis a cuatro años, la reelección por un solo período, la elección del

tercer senador por provincia, la reducción del mandato de senador de nueve a seis años, la

institucionalización del Defensor del pueblo de la Nación, el reconocimiento de la

preexistencia étnica y cultural de los pueblos originarios, la autonomía de la Ciudad de

Buenos Aires y la elección directa del jefe de gobierno porteño.

Esa fue la reforma política, que tuvo una legitimidad y una legalidad enorme. Los

aspectos finos se trataron en la discusión de la Convención Constituyente en Paraná y Santa

Fe. Eso fue reformar la política, eso fue acordar y consensuar sin temores, de cara a la

sociedad, pero con el compromiso de que hay que avanzar en un proceso de mejora de la

calidad institucional.

Algunos dirán que la intención buscada fue atenuar el hiperpresidencialismo en la

Argentina con la jefatura de Gabinete de Ministros y con otros institutos. El saldo deudor

corre por cuenta de este Congreso. Si alguna vez claudicamos con materias pendientes de esa

propia reforma, la negligencia es nuestra. Y si hay un hiperpresidencialismo que se coadyuva

en función de también un hiperdisciplinamiento, quizás, es tiempo de reflexionar cuál es el

límite del disciplinamiento político en la Argentina.

Es muy grave que esta reforma electoral termine sin el acompañamiento de ninguna

fuerza política de la oposición. Es un triste mensaje que damos a la región y al mundo. Es

lamentable. La democracia argentina necesita de dirigentes comprometidos que aborden los

temas no solamente desde el aspecto de la confrontación, sino también del entendimiento.

Para terminar, quiero detenerme a dar lectura de alguna reflexión del libro

Democracia y consenso, del doctor Alfonsín, quetuvo que ver con la etapa previa y la

gestación de la reforma de 1994. Decía el doctor Alfonsín que una sociedad democrática se

distingue por el papel definitorio que le otorga el pluralismo, entendido no sólo como un

procedimiento para la toma de decisiones, sino como un valor fundante; significa el

reconocimiento del otro, la capacidad para aceptar las diversidades y discrepancias como

condición para la existencia de una sociedad libre.

La democracia se reciente en su funcionamiento si una determinada fuerza política se

considera investida de un rango especial del que están excluidas las demás, si asume para sí

la representación exclusiva de los intereses nacionales o la encarnación exclusiva del espíritu

democrático o cualquier otro de los exclusivismos que tanto han abundado en la pasada vida

argentina.

El requisito básico para poner en marcha esa consolidación imaginativa de nuestro

incipiente régimen democrático era la construcción de un consenso concretado en lo que

llamamos un pacto de garantías entre los protagonistas y, en general, entre todos los actores

del quehacer político. No habría democracia sino un pacto democrático fundamental que nos

comprometiera a todos los partidos y sectores a reconocernos partícipes de un sistema

compartido de normas que establecieran entre los grupos, más allá de sus diferencias, una

base insoslayable de convivencia. El gobierno entiende que la política es confrontación; el

diálogo el entendimiento y el acuerdo es letra muerta. Claro está que para lograr acuerdos se

necesitan de líderes que tengan visión de país y la capacidad y el convencimiento de

anteponer, ante sus propios intereses personales, los intereses generales de la Nación.

Por estas consideraciones el bloque de la Unión Cívica Radical no va a acompañar la

sanción de la Cámara de Diputados; en general y en particular, va a votar en contra de esta

reforma electoral.

Sr. Petcoff Naidenoff. ¿ Señor presidente: la sanción de la Cámara de Diputados que hoy

estamos tratando tiene su origen en una convocatoria que la presidenta realizó el 9 de julio

en la ciudad de Tucumán. En aquella ocasión, la presidenta explicaba a los argentinos la

necesidad de avanzar en un proceso de reforma política y hacía referencia, justamente, en ese

contexto de reforma, a la importancia que deben tener los partidos políticos que ¿como

ustedes saben¿ son el sustento de la democracia, porque así lo consagra nuestra

Constitución; a través de ellos se ejerce la representación política.

Creo, también, que es hora de abordar y discutir una profunda reforma política en la

Argentina y convocar, por supuesto, a todos lo sectores. De hecho, hay que hacerlo, porque

todo proyecto debe ser remitido al Congreso.

En ese entendimiento, el Poder Ejecutivo nacional convocó a los partidos políticos a

una mesa de diálogo. Nosotros, desde la Unión Cívica Radical, hemos asistido a esa

convocatoria porque estamos absolutamente convencidos de que los intereses generales de la

Nación están por encima de las cuestiones partidarias. Pero a esta altura de los

acontecimientos, podemos decir que ese diálogo quedó trunco porque, lamentablemente, el

Poder Ejecutivo nacional no receptó en su plenitud el mensaje de la ciudadanía del 28 de

junio.

Señor presidente: el diálogo se transformó en una foto, y este gobierno, que montó

una escena de convocatoria al diálogo, del 28 de junio a la fecha, interpretó de una manera

muy particular el mensaje de la gente: "La gente ha dicho que hay que profundizar el

modelo"; y en esa línea, se avanzó con la sanción de leyes transcendentes para la Argentina

sin el acompañamiento de los partidos de la oposición; muchas veces, sin escuchar siquiera

sugerencias centrales para modificar aspectos de la ley que pueden beneficiar a la sociedad.

Así, avanzamos con los superpoderes, con prórrogas de facultades delegadas, con la sanción

de servicios de comunicación audiovisual: avanzamos, avanzamos y avanzamos.

Escuchaba al miembro informante. En la mesa de diálogo, fueron consultados y

concurrieron aproximadamente cincuenta partidos políticos, quienes efectuaron aportes para

tratar de avanzar en un proceso de reforma. Pero todo termina de la peor manera, porque

estamos tratando la sanción de Diputados que modifica la Ley Orgánica de Partidos

Políticos, la Ley de Financiamiento de Partidos Políticos y, fundamentalmente, el Código

Electoral Nacional. Lo cierto es que esta ley fue sancionada en Diputados con el rechazo

unánime de todo el arco opositor. Esto es para que el oficialismo tome nota: el rechazo

unánime de todo el arco opositor. Es decir, es una sanción que únicamente fue acompañada

por el oficialismo. Tampoco podemos decir "el partido del gobierno", porque el propio PJ

disidente rechazó esta sanción.

Para nosotros, esto no es un dato menor, es una cuestión central. Y aunque pueda

compartir la filosofía del proyecto en el entendimiento de lograr competitividad electoral,

robustecer los propios partidos políticos, terminar con los sellos de goma, debo decir queuna

reforma política de prepo no sirve, presidente. La reforma política que se logra sin el

acompañamiento de las fuerzas, de los propios partidos políticos, no tiene sentido.

Lo primero que podemos decir es que no estamos reformando la política. Ésta es una

simple reforma electoral. Reformar la política es otra cosa; es atreverse a más. Reformar la

política es avanzar para lograr más y mejor calidad institucional; es lograr transparentar el

propio sufragio universal del ciudadano para que este sufragio no se desvirtúe. Reformar la

política es avanzar en un proceso de abordaje de temas que este proyecto no contempla: no

contempla la boleta única; la situación de las candidaturas testimoniales; la declaración de

principios centrales, que tiene que ver con la esencia de valores republicanos que debe ser

receptada de manera uniforme en el país. Muy por lo contrario, es un proyecto que avanza

con un súper Ministerio del Interior y con muchísimos aspectos que serán abordados por los

distintos senadores que integran el bloque de nuestra bancada.

Me quiero detener en tres aspectos. En primer lugar, en una omisión que me parece

central, que tiene que ver con la necesidad de contar con una reforma que contemple la

declaración de principios republicanos. Porque somos parte de un país que, como norma

central, a partir del su artículo 5/ de la Constitución Nacional, sienta que la Nación Argentina

adopta como forma de gobierno la forma representativa, republicana y federal, si bien cada

constitución provincial se reserva para sí la facultad de establecer el dictado de sus propias

constituciones, que deben ir en armonía con los principios, declaraciones y garantías que

establece el propio artículo 5/.

Y establecer presupuestos mínimos para una reforma política electoral de alcance

nacional implica, también, darnos la oportunidad ¿no la tuvimos porque, lamentablemente,

no hemos actuado como Cámara revisora¿ de discutir en comisión la necesidad de desterrar

institutos que son perversos en muchas provincias argentinas. Tal el caso de la Ley de lemas,

que desvirtúa el voto popular. De hecho, generó, justamente, la modificación en la provincia

de Santa Fe. La instalación del mecanismo de internas abiertas obligatorias fue producto del

nefasto sistema de la Ley de lemas porque, muchas veces, el elector, cuando decide su voto,

en la realidad ve que ese voto en definitiva no es el voto de la decisión final.

Animarnos a discutir una reforma política también es abordar qué hacemos con

reelecciones indefinidas, pero tratándolas seriamente. No puede ser que en nuestro país

contemos con intendentes o con gobernadores que andan por la vida como monarcas

electivos y que no se tenga la capacidad de debatir en este ámbito, donde representamos los

intereses de las provincias, la necesidad de poner término final a las reelecciones indefinidas.

Pero lógicamente, venimos a dar este debate en este recinto porque no lo pudimos dar

en comisión. De hecho, el oficialismo dio lugar a la lectura de los aportes de los cincuenta

partidos que hicieron llegar sus ponencias, pero todos ellos rechazaron la sanción de la

Cámara de Diputados. Entonces, éstas son las cuestiones que no hemos podido discutir.

Algunos dirán: "Bueno, las provincias son autónomas y, en el marco de su autonomía, se

fijan su Constitución; establecen si las reelecciones son por un período o de manera

indefinida; pueden sancionar una ley, un sistema electoral para establecer, justamente,

mecanismos como la Ley de lemas". Esto es así, es una realidad.

También es una realidad en la Argentina el avance en el proceso del federalismo de

concertación. El federalismo de concertación tiene que ver con los pactos, con los acuerdos.

Pero pareciera que, en nuestro país, las palabras "pacto" o "acuerdo" están prohibidas.

Acordar, consensuar y dialogar son la base de un sistema democrático. En el marco del

federalismo de concertación, tenemos que atrevernos a más y a poner límites ¿por lo

menos, a discutirlo¿ para terminar con las reelecciones indefinidas. Porque, qué sé yo, fue

necesario que apareciera un obispo Pigna, en Misiones, para que la Argentina visualizara lo

que puede significar esta especie de monarquía electiva. En fin, la República alcanzó a

Misiones y no tuvo un efecto propagativo en todo el país.

Hoy se nos plantea una reforma política y no discutimos estas cosas. A algunos les

pueden parecer bien; a otros les puede parecer mal. Otros dirán que la autonomía es la

esencia. Pues bien, yo digo que hay un federalismo de concertación. Si este Senado de la

Nación y este Congreso sancionaron, a través de una ley de adhesión, una ley de

responsabilidad fiscal que, justamente, ha puesto freno o encaje a la deuda y al gasto de las

provincias y éstas adhirieron, ¿por qué no podemos tener la capacidad de armonizar criterios

republicanos en todo el territorio nacional? Me pregunto por qué no podemos tener la

capacidad de lograr sistemas uniformes y de que no se desnaturalice el voto. ¿Por qué no

podemos desterrar estas prácticas perversas? Pues bien, hay que animarse a dar la discusión.

El oficialismo cerró las puertas porque esto no se discute; porque la legitimidad,

supuestamente, la ha dado el aporte de los cincuenta partidos. Ahora bien, repito: aporte de

partidos que no fueron considerados pues, de lo contrario, no merecería el rechazo de todo el

arco opositor. Eso es reformar la política para nosotros. Primero, una cuestión de declaración

de principios. Si no parecería que en este país hay ciudadanos de primera y ciudadanos de

segunda. De hecho, en las provincias que pueden contar con la propia esencia republicana las

cosas caminan bien. Son las cosas que tenemos que discutir en el marco de una Argentina

federal.

Más allá de estas consideraciones y de estas omisiones, quiero avanzar y detenerme

en otros aspectos que, justamente, contempla la ley, que tienen que ver con el criterio que se

adopta en esta especie de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias. El sistema que se

adopta es muy peligroso y preocupante; una cosa son las internas abiertas. Quiero decir que

yo he participado en las elecciones internas abiertas ¿luego se derogó¿ y, como paso

previo, fui electo en el marco de un partido con el voto de los afiliados de la Unión Cívica

Radical y de los ciudadanos independientes: soy producto de aquellas elecciones internas

que, luego, este Congreso derogó. Pero ¿sabe dónde estaba la diferencia? Que en las internas

en las que se definían los espacios, los cargos nacionales de los partidos políticos,

participaban los afiliados ¿que tienen una identidad y un tronco común con el propio

partido¿ y los independientes. Entonces, son los propios ciudadanos independientes quienes

marcan la cancha y seleccionan las opciones más positivas.

El problema acá está en que un partido político puede darse el lujo, con el aparato, de

elegir el candidato de la oposición que le conviene. En este sistema, todos vamos a concurrir

a votar de manera obligatoria y, en la mesa en la que vamos a sufragar, van a estar las boletas

de todos los partidos. Entonces, aquellos oficialismos que tienen mucho manejo del aparato,

que pueden lograr a través de los congresos elegir una sola fórmula ¿ya sea para la

representación parlamentaria nacional de senadores o diputados o una fórmula

presidencial¿, se pueden dar el lujo de elegir, con el aparato, al candidato que más les

conviene; y el candidato que más les conviene, quizás, no tenga nada que ver con el que elige

la gente. Esta es una luz de alerta que este proyecto no contempla y que tampoco fue

considerada, porque no lo discutimos.

Repito: no es un dato menor que un afiliado de un partido político decida en la vida

interna de otro partido político. La calidad de la elección primaria, justamente, se da con la

participación de afiliados y de ciudadanos independientes. En este sentido, quiero citar

solamente algunas consideraciones de Natalio Botana acerca del abordaje de este tema de las

internas abiertas, simultáneas y obligatorias, y del análisis de la Ley de lemas. El refería que

cabe tener presente un último efecto en gran medida significativo y que hace referencia a lo

que podría denominarse el mecanismo de transferencia de votos de un partido a otro. Puede

ocurrir, en efecto, que un partido que no necesita los votos de sus afiliados para elegir un

candidato determinado dentro de su seno pueda hacer las maniobras de enviar a sus afiliados

y simpatizantes para votar por los candidatos peores y más impopulares del partido opositor,

con el objeto de desacreditarlo. Esto puede ocurrir, presidente. Puede ocurrir porque nadie

puede saber y, más allá de lo que decía el miembro informante acerca de que las leyes de la

naturaleza son para todos los tiempos, lo que nosotros estamos haciendo con este mecanismo

de internas abiertas es absolutamente peligroso y preocupante.

También quiero referirme a la cuestión de las candidaturas testimoniales. Porque la verdad es que lo que ocurrió el 28 de junio fue una vergüenza, fue vergonzoso. La presidenta, el 9 de julio, convocó al diálogo para reformar la política, y el 28 de junio, asistimos a una fiesta de irrespetuosidad hacia el ciudadano común, con gobernadores que son tales pero que asumen y que no asumen; con algunos que dicen que asumen y no lo hacen; con actores que vienen, que se involucran¿ Fue vergonzoso. ¿Y

cómo terminó esto? Con una estafa electoral. Porque la estafa electoral se consuma con

candidatos que se presentan y no asumen sus propios cargos para los que la gente los ha

elegido.

Estamos supuestamente reformando la política y no abordamos el tema de las

candidaturas testimoniales. Nosotros consideramos que había que discutirlo en el marco del

Código Electoral, quizás, con una declaración de principios, con un compromiso previo del

propio candidato de asumir la banca, con excepción de razones extraordinarias, o de fuerza

mayor, o de asumir mayores compromisos por el bienestar de la Nación. Esto no lo tratamos

y pasó de largo.

La verdad es que esta es una reforma lamentable por cómo se gesta y cómo se termina

el año. Porque no estamos reformando la política, estamos reformando cuestiones electorales

con visiones cortoplacistas, con especulaciones mezquinas, sin contemplar siquiera el aporte

sano y republicano de muchos partidos que queremos cambiar en serio las cosas en la

Argentina, aprendiendo también de los errores del pasado y del presente. De eso se trata, de

aprender de los errores.

Reformar es otra cosa. La reforma fue la de 1994. Eso fue reformar la política,

cuando los intereses de los partidos o de un partido político avanzan en la idea fuerza de

logar un mecanismo de reelección. Y con fuertes liderazgos, quizás desde la Unión Cívica

Radical, se avanzó en el Acuerdo de Olivos para generar una profunda transformación de la

política en la Argentina, no quedándonos con aquella lectura de las reformas unilaterales que

terminaron muy mal, como la de 1949 ó 1957. Se reformó la política por unanimidad con el

aval y la fuerza de los partidos políticos. Y se gestó la reforma de 1994 con una discusión

previa muy fuerte en los partidos mayoritarios. Esa reforma, porque fue política, posibilitó

muchas cosas.

Mire lo que posibilitó una reforma política con consenso y en el marco del diálogo:

para citar algunos aspectos, el fortalecimiento del régimen federal, el acortamiento del

mandato presidencial de seis a cuatro años, la reelección por un solo período, la elección del

tercer senador por provincia, la reducción del mandato de senador de nueve a seis años, la

institucionalización del Defensor del pueblo de la Nación, el reconocimiento de la

preexistencia étnica y cultural de los pueblos originarios, la autonomía de la Ciudad de

Buenos Aires y la elección directa del jefe de gobierno porteño.

Esa fue la reforma política, que tuvo una legitimidad y una legalidad enorme. Los

aspectos finos se trataron en la discusión de la Convención Constituyente en Paraná y Santa

Fe. Eso fue reformar la política, eso fue acordar y consensuar sin temores, de cara a la

sociedad, pero con el compromiso de que hay que avanzar en un proceso de mejora de la

calidad institucional.

Algunos dirán que la intención buscada fue atenuar el hiperpresidencialismo en la

Argentina con la jefatura de Gabinete de Ministros y con otros institutos. El saldo deudor

corre por cuenta de este Congreso. Si alguna vez claudicamos con materias pendientes de esa

propia reforma, la negligencia es nuestra. Y si hay un hiperpresidencialismo que se coadyuva

en función de también un hiperdisciplinamiento, quizás, es tiempo de reflexionar cuál es el

límite del disciplinamiento político en la Argentina.

Es muy grave que esta reforma electoral termine sin el acompañamiento de ninguna

fuerza política de la oposición. Es un triste mensaje que damos a la región y al mundo. Es

lamentable. La democracia argentina necesita de dirigentes comprometidos que aborden los

temas no solamente desde el aspecto de la confrontación, sino también del entendimiento.

Para terminar, quiero detenerme a dar lectura de alguna reflexión del libro

Democracia y consenso, del doctor Alfonsín, quetuvo que ver con la etapa previa y la

gestación de la reforma de 1994. Decía el doctor Alfonsín que una sociedad democrática se

distingue por el papel definitorio que le otorga el pluralismo, entendido no sólo como un

procedimiento para la toma de decisiones, sino como un valor fundante; significa el

reconocimiento del otro, la capacidad para aceptar las diversidades y discrepancias como

condición para la existencia de una sociedad libre.

La democracia se reciente en su funcionamiento si una determinada fuerza política se

considera investida de un rango especial del que están excluidas las demás, si asume para sí

la representación exclusiva de los intereses nacionales o la encarnación exclusiva del espíritu

democrático o cualquier otro de los exclusivismos que tanto han abundado en la pasada vida

argentina.

El requisito básico para poner en marcha esa consolidación imaginativa de nuestro

incipiente régimen democrático era la construcción de un consenso concretado en lo que

llamamos un pacto de garantías entre los protagonistas y, en general, entre todos los actores

del quehacer político. No habría democracia sino un pacto democrático fundamental que nos

comprometiera a todos los partidos y sectores a reconocernos partícipes de un sistema

compartido de normas que establecieran entre los grupos, más allá de sus diferencias, una

base insoslayable de convivencia. El gobierno entiende que la política es confrontación; el

diálogo el entendimiento y el acuerdo es letra muerta. Claro está que para lograr acuerdos se

necesitan de líderes que tengan visión de país y la capacidad y el convencimiento de

anteponer, ante sus propios intereses personales, los intereses generales de la Nación.

Por estas consideraciones el bloque de la Unión Cívica Radical no va a acompañar la

sanción de la Cámara de Diputados; en general y en particular, va a votar en contra de esta

reforma electoral.